
“Moreno de piel aceitunada”, como una vez lo definió algún poeta contemporáneo, el “Soldadito” tuvo su debut allá por el ‘97, pero recién en 1998 logró la explosión y gloria. Gambeta, finta, diablura, técnica, habilidad, inteligencia… tenía todo, pero su debilidad por las rubias fue mucho más fuerte que su amor al cuero de vaca inflado.
Llegó a levantar varias copas con el Olimpia pero le pudieron más las copas levantadas con sus amigos de barrio. Fue uno de los hijos mimados del “Tigre” ODD en su momento. Pero con el tiempo, su figura se fue apagando y se entregó muy rápido y joven a los placeres mundanos de la vida. Terminó finalmente jugando en torneos de barrio, allá por el siempre temible San Lorenzo, en donde hacía sus piruetas para deleite de los borrachos que iban a verlo. Juan Carlos Benítez, un incomprendido del fútbol criollo.
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